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Jesús Alberto Rubio

AL BAT

Babe Ruth

Por Jesús Alberto Rubio.

Este 16 de agosto se recordará a un icono/personaje extraordinario y una de las más grandes figuras del rey de los deportes: George Herman (Babe) Ruth.

Sin ir a sus enormes registros/estadísticas, sino más bien con un enfoque humanístico, rescatemos juntos y compartamos esta memoria por demás trascendente e histórica del inolvidable Bambino:

Ruth tenía 53 años en 1948 cuando el mundo quedó impactado al enterarse de su muerte debido a un cáncer en la garganta.

Eran las 8.01 de la noche cuando se anunció en Nueva York la triste y lamentable muerte de Babe Ruth…

Todo el béisbol lloró su partida.

Con su desaparición física, Ruth daba fin a su grandiosa carrera, pero al mismo tiempo elevaba su memoria hacia la inmortalidad.

Había sido en 1946 cuando le fue diagnosticado cáncer en la garganta (tabaco, la causa) y pasó varios meses en el hospital.

Antes de eso, el Babe nunca se quejaba de algún dolor o enfermedad. Pero esa vez hablaba de tener un dolor de cabeza un día tras otro y su voz se oía muy rasposa, ronca.

El 10 de agosto de aquel año llego de noche a su hogar, se fue a su cama y llamó al doctor. Los dolores le seguían, pero mantenía su rutina normal; se levantaba a las ocho de la mañana, desayunaba y se iba a jugar golf, boliche, pescar o se reunía con un grupo de jóvenes.

En esos días, solía decir: “Cualquier cosa que sea, no me va a liquidar”.

Sin embargo, la enfermedad avanzó y el 6 de enero del 47 los doctores decidieron operarlo, extirpándole el nervio que conduce la sensación de dolor al cerebro. Volvió a casa el 15 de febrero ya que la cirugía resultó exitosa y en ese verano aumentó 42 libras de peso.

Durante dos años al Babe los Yankees le rindieran diversos homenajes, declarando el 27 de abril como “El Día de Babe Ruth” y luego también retiraron su No. 3.

Era 1948 y 13 de junio, un día con mucha lluvia, cuando el Babe se puso su viejo informe de rayas para asistir al Yankee Stadium y ser homenajeado con el retiro de su eterno número.

Ya estaba muy enfermo y la emoción le brotaba a raudales. Expresó unas palabras que casi no se escucharon; su voz estaba muy apagada.

Claire Ruth contó en esos días que su amado esposo la noche del 15 de agosto cuando le dio las buenas noches, le besó rápidamente y le dijo: “No vengas mañana al hospital porque no estaré aquí”.

Al día siguiente, Ruth estaba muriendo.

A las 6:45 de la noche, el Babe columpió sus piernas sobre la cama a un lado de su cama; se levantó y cruzó la recámara. El médico y las enfermeras que lo regresaron a su aposento, le preguntaron: ¿A dónde vas Babe? Y respo0ndió: “Me voy hacia el Valle”.

Fueron sus últimas palabras. Entró en coma profundo…y partió, tranquilo.

Cuando corrió la noticia, hasta los extraños al béisbol sintieron tristeza.

Ruth, a su estilo, con todo y la gravedad encima y sin dejar su sonrisa tenía la ocurrencia de decir “Si pudiera escoger el día de mi muerte, me decidiría por un lunes para que mis amigos no vean perjudicados su fin de semana”.

Nadie olvida aquella anécdota y frase de cuando pasó a mejor vida:

Ese día en la Urbe de Hierro hizo un calor insoportable y al momento de sus funerales, sus compañeros del 27, Joe Dugan y Waite Hoyt, estuvieron presentes.

De pronto, Joe expresó: “Dios mío, cómo se me antoja una cerveza”. Y Hoyt respondió: «También al Babe se le antojaría».

Hubo otras frases que han quedado grabadas para siempre:

Wayte Hoyt, expresó: “Todo pelotero de las Grandes Ligas debería enseñarle a sus hijos a rezar: Dios bendiga a mi papá, Dios bendiga a mi mamá, Dios bendiga a Babe Ruth».

También está la de Joe Dugan:

“Para entenderlo, primero había que comprender algo: él no era humano”.

Sus funerales

Fue el 18 de agosto de aquel año cuando el cuerpo de Ruth fue trasladado en sobrio féretro al Yankee para recibir sensible homenaje póstumo.

Ahí, miles y miles de aficionados despidieron y dieron el pésame y condolencias a su viuda, la actriz Claire Hodgson y dos hijas adoptivas, para luego acompañarlas en la Catedral de San Patricio donde ofició la misa el cardenal Francis Spellman.

El equipo Yankee dirigido entonces por Buck Harris, estuvo presente, lo mismo que sus ex compañeros de años gloriosos y prominentes personajes del mundo oficial y de los negocios tanto de Nueva York como de Washington, Boston, Baltimore y otras ciudades y pueblos.

Nadie olvida cuando el Bambino decía antes de morir “Todavía creo que vamos a ganar una vez más” y por eso The New York Daily News tituló “Se fue aun siendo fiel a los Yankees”.

En ese 48 los Indios con Beto Avila, Satchel Paige y el timón-short Lou Budreau, serían los campeones arriba de Boston y NY.

En los honores póstumos también hicieron acto de presencia el gobernador Dewey de Nueva York y el alcalde de la ciudad, William O´Dwyer, así como los propietarios y gerentes de los clubes de las Ligas Mayores… y en general todos los elementos sociales y deportivos de ese entonces.

También miles de telegramas volaron desde diferentes partes del mundo como expresión de duelo por la desaparición de Babe Ruth, incluyendo un sin fin de demostraciones de condolencias personales.

Era tan profunda la idolatría hacia el hombre leyenda que en “La Casa que Ruth Construyó”, más de cien mil aficionados le rindieron póstumo homenaje, un momento triste e inolvidable…

Se iba el Babe, nombrado el Mejor Pelotero del Siglo 20, sobre Willie Mays, Hank Aaron, Ted Williams, Ty Cobb, Joe DiMaggio, Walter Johnson, Lou Gehrig, Jackie Robinson y Honus Wagner.

Ese 16 de agosto de 1948, volvía a nacer en el corazón y el pensamiento universal, especialmente quienes siempre han amado al béisbol.

Babe Ruth…

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